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Argentiera es una aglomeración de edificios de madera oscura y de vigas, una postal de una otra época, una fotografía en blanco y negro que aparece como por magia en la última curva. Y es casi una imagenaterradora, que pide a la memoria un momento en que el sufrimiento, el trabajo, la lucha por la supervivencia eran cosas de cada día. Nada turismo de alto bordo, por lo tanto: en Argentiera sólo un intento de borrar las huellas del pasado, algunas hileras de casas alineadas. Y abajo la playa Frana, una gran media luna de arena mezclada con polvo de minería, los residuos de la transformación de la plata depositada en quién sabe cuántas décadas.
Dominada por una inmensa duna artificial que aparece a medida testimonio de los esfuerzos de los que creían en todo, salvo disfrutar de la maravilla del singular panoráma del mar único en la Isla. Casi cuarenta años han pasado desde el día en que los engranajes completaron la última vuelta. La mina se detuvo, alcanzada y superada por las tecnologías modernas. Todo a Argentiera en esta punta salvaje en el noroeste de Cerdeña, cayó en silencio. El antiguo pueblo de los mineros fue abandonado poco a poco, la gente buscó una nueva vida en otra parte y de otra índole, abandonando aquellos fascinantes vestigios de la agresión de la época. La Argentiera de hoy es una oportunidad perdida para hacer turismo y cultura en la historia de Cerdeña. La mina, que está abierta y utilizada por los romanos hace siglos, desaparece bajo los ojos de los bañistas, entre los turistas de paso que eligen la playa Frana para un día diferente, para pasarla en un mar agitado en eterno.
¿El mar? Cerdeña es mar, es el olor de algas, de rocas, de arena y gigantescos acantilados minados por la fuerza de las olas. La costa de Argentiera es todo esto, un puesto avanzado naturale que mira hacia el oeste, hacia el mar abierto. Se pueden admirar los restos de la mina que se han ampliado y elevado al mar, y la vista se pierde en la dirección de acantilados salvajes que parecen esculpidos por la naturaleza para inspirar terror.
Aquí el maestro es el viento, un viento terrible que nunca deja de soplar, impetuoso, indetenible como el mar, que trabajan para diseñar unas sinfínes de senderos en la superficie del agua. Es un mar diferente de lo que nos ofrecen las imágenes promocionales de Cerdeña. Un mar que parece contener ecos de una isla olvidada que protege su propia existencia. Un espectáculo para vivir al amanecer hasta el atardecer, cuando el viento se calma y el manto de la oscuridad comienza a caer lentamente en el pueblo, diseñando vueltas inolvidables. Más al norte, a pocos kilómetros de la punta de la Argentiera, hacia Capo Mannu, las cálidas arenas de Porto Palmas parecen llevar al visitante en el paisaje que esperaba. Una playa blanca, caracterizada por fuertes rocas, un mar suavisado por unas brisas menos agresivas. Desde el Porto Palmas un camino de tierra conduce a las calas de Cala Marini Netti y Cala Trincata, colgajos de paraíso escapados quien sabe cómo y por cuánto tiempo a las especulaciónes de la construcción para las fiestas.
Son lugares lejos del clamor de turismo de élite, siguen siendo afuera casi milagrosamente también de los folletos más exclusivos.